4 enero 2013 (por Hollywood)
Con el nuevo año llegamos a la recta final del curso de
Divemaster con BUCEO MALAPASCUA. Las infecciones de oído me mantienen más tiempo fuera que dentro del
agua por lo que los últimos días resultan un tanto decepcionantes. Si le
añadimos que Carol se encuentra varios días con fiebre, la despedida de la isla
se vuelve aún más frustrante.
Harpo, el nuevo inquilino en casa de Rubi e Irati, intentando sanar a Caperucita Carol |
A pesar de todo, una vez terminados los últimos
ejercicios de cambio de equipo bajo el agua y el de profundidad, llega el
famoso test de snorkel. Nuestro instructor Rubi nos prepara una mezcla
explosiva a base de varios tipos de alcohol que Edi y yo debemos beber a través
del tubo.
Las torres de cerveza eran para l@s que nos animaban a tomar el cocktail bomba! |
Uno de los ingredientes del cocktail |
Snorkel test |
El truco era pensar: "¡es kalimotxo, es kalimotxo!"... no funcionó. |
Un grupo numeroso fuímos a celebrarlo al ONA, el barco de
Taíto que ofrece packs de vida a bordo para bucear desde Panglao a Malapascua y
por la zona de Corón (http://www.onaexperience.com/).
En cuanto a la valoración del curso y el centro de buceo,
prefiero dejarlo para el final.
Dejamos la isla que ha sido nuestro hogar por dos meses
para retomar la vida de mochilero.
La pequeña familia que hemos creado en este tiempo viaja junta hasta Cebú para decirse un “hasta luego”. Pepa y Edi
ponen rumbo a Bali y, Rubi e Irati vuelven a Malapascua.
Lo que para nosotros debía haber sido una sencilla noche
en el aeropuerto, se complicó todo más de la cuenta. Carol seguía enferma y su
seguro médico no le concertó ninguna cita en Cebú. Nuestro vuelo a Manila era a las 6 de
la mañana y tras buscar varios hoteles donde descansar unas horas, encontramos
uno que ofrece esa opción. De entrada no parece el clásico lugar donde la gente
vaya realmente a descansar. En cuanto entramos en nuestra executive room, única categoría disponible, nuestras sospechas se
confirman. La broma por cuatro horas nos sale 590 pesos.
Luces rojas, espejo en el techo... ¡menudo tocador más raro! |
En una hora de vuelo llegamos a Manila, y necesitamos
otra hora para que un taxista con los mismos conocimientos de la ciudad que
nosotros, nos lleve hasta el consulado de Chile. Tras casi cinco meses de
trámites por el pasaporte robado en Kuala Lumpur, Carol recibe uno nuevo.
AVISO a motoristas amigos de lo ajeno: esto no se roba, genera muchos trastornos. |
Nos hospedamos en el Robelle Hotel en Makati City, una de
las diecisiete ciudades que componen la capital del país (Gran Manila). Sin perder tiempo,
acudimos a una clínica para que Carol sea examinada. Diagnóstico final:
infección de orina provocada por un virus, o lo que es lo mismo “no sabemos lo
que tiene”. Poco a poco va recuperándose.
En esta ciudad poco vistosa, el caos de tráfico provoca
que se diluyan las ganas de visitarla. Esta gran urbe de trece millones de
habitantes no para de crecer y los rascacielos, centros comerciales y cadenas de
restaurantes de comida rápida se extienden como una plaga. Aun así, sus
originales jeepneys, triciclos y puestos callejeros le dan ese toque característico que ayudan a mantener su estilo
tradicional.
¡Qué rápido han pasado estos tres meses en Filipinas! En
pocas horas abandonamos Manila con rumbo a… aaaaahh!? Pronto lo sabréis.
Retomando el curso de buceo, debo reconocer que nuestros
instructores Rubi e Irati han cumplido con creces mis expectativas de lo que
esperaba aprender de unos profesionales. Rubi, con quien hemos buceado la mayor
parte del curso, es un auténtico gurú
del mar. Cada día con sus técnicas y explicaciones nos ha demostrado que sus conocimientos en la materia no
tienen límite, al igual que su paciencia.
Sin embargo, el centro de buceo Exotic ha dejado mucho
que desear ya que, de todos los lugares donde he buceado hasta ahora, ha
resultado el más caro y el que menos calidad de servicio ha ofrecido. Cobran
el alquiler de los equipos, que por lo general están en un estado lamentable. En
los barcos tan solo hay café (en ocasiones, ni eso), que paradójicamente, es
una de las bebidas que la comunidad del buceo recomienda evitar.
Estas y otras quejas fueron trasladadas a mitad de curso
al personal del centro. Algunas intentaron ser excusadas y otras con la promesa
de ser enmendadas. En mi último buceo no aprecié ningún cambio con respecto
al primer día.
“Las
cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”.
-- Woody
Allen --